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Antivacunas italianos, temibles en la red, ridículos en las calles

Los opositores del pase sanitario en Italia se activan en las redes sociales, amenazando de muerte a personajes públicos favorables a la medida, pero no logran movilizar a los italianos contra la política anticovid del Gobierno.

Para la mayoría de los ciudadanos italianos la vacunación contra el coronavirus es voluntaria, a no ser que se trate de médicos, trabajadores sanitarios, enseñantes escolares o docentes universitarios.

Sin embargo, las autoridades no paran de aumentar la presión sobre los que siguen oponiéndose a la inoculación. A partir del pasado 6 de agosto los que no tienen el green pass (pase verde, o sea pasaporte sanitario) no pueden entrar en los interiores de bares, restaurantes, gimnasios, museos, teatros etc. y desde el 1 de septiembre lo mismo se aplica a los pasajeros de aviones, así como de trenes y autobuses de largo recorrido.

Para obtener el pasaporte sanitario hay que ponerse las dos dosis de vacuna o, como alternativa, dar negativo en una prueba de covid-19 en las 48 horas anteriores, o demostrar que se han curado de la enfermedad en los últimos seis meses.

A juzgar por la tasa de vacunación, el Gobierno italiano alcanza los objetivos previstos, dado que más del 70 por ciento de la población mayor de 12 años ya está completamente inmunizada contra el coronavirus. Sin embargo, no todos parecen entusiastas de la línea cada vez más dura hacia los renitentes a la vacunación.

AMENAZAS EN LA RED

Ya a finales de julio miles de personas salieron a las calles para protestar contra el pase sanitario. Un mes después, en vísperas de la extensión del uso obligatorio del pase a los medios de transporte, los opositores volvieron a movilizarse.

En las redes sociales aparecieron nuevos grupos de los antivacunas, uno de los cuales, denominado «Basta dittatura», invitó a los usuarios a enviarle los números de teléfono y las direcciones de los «criminales que colaboran con la dictadura», a saber, de los personajes públicos que instaban a los italianos a vacunarse. En cuestión de horas el número de sus seguidores creció hasta 42 mil.

«Otro infame que hay que ejecutar», «aquí hace falta el plomo», «tienes que morir»: así los antivacunas trataron al ministro de Exteriores Luigi Di Maio. A otros les amenazaron con «empalarlos en una plaza pública» o les prometieron que «pronto te veremos a ti también con la soga en el cuello». En el caso del ministro de Sanidad, Roberto Speranza, las amenazas fueron consideradas tan graves que le fue asignada una escolta personal.

UN BLOQUEO QUE NO FUE

Además de sembrar terror en Telegram, los militantes antivacunas trataron de pasar al ataque en el mundo real. Para el 1 de septiembre tenían previsto bloquear las principales estaciones de trenes del país.

Las autoridades tomaron muy en serio el riesgo de la interrupción del servicio ferroviario nacional y desplegaron unidades adicionales de las fuerzas de orden, entre ellas grupos de policías antidisturbios, en las 54 estaciones, mencionadas por «Basta dittatura».

Sin embargo, el día fatal, cuando los antivacunas esperaban poner en jaque el Estado italiano, casi nada alteró el funcionamiento normal en las estaciones.

En Milán, los policías alejaron sin muchos esfuerzos a una veintena de activistas que trataron de penetrar en la Estación Puerta Garibaldi. En Turín, Génova y Nápoles la cifra de los manifestantes varió entre dos y veinte personas.

En Roma parecían algo decepcionados los reporteros que se habían reunido en la estación Tiburtina para asistir a los eventuales enfrentamientos: los antivacunas prefirieron quedarse en casa a escribir nuevos mensajes en Telegram.

Los pocos que dejaron sus hogares para «luchar contra la dictadura» no tardaron en derramar su frustración en Internet: «No hay nadie en la estación. Pero ¿no ibais a escribir la historia?», «¡Qué ridículo, en Milán sólo hay policías y periodistas! Ya no hay nada que hacer, ¡qué asco!». El único consuelo que podían tener era que el Estado movilizó las fuerzas del orden en vano.

UNA LECCIÓN PARA EL ESTADO

El fracaso de las manifestaciones muestra que el movimiento de los antivacunas sigue siendo marginal e incapaz de obligar el Estado a modificar su línea en la lucha contra el coronavirus.

Sin embargo, con todo el miedo que supieron infundir los activistas en Telegram, el Gobierno también podría hacer ciertas conclusiones. Por ejemplo, podría ser más sincero con la población y no decir que la vacunación es voluntaria, cuando en práctica no lo es. Dejando a parte a los antivacunas más fanáticos que protestarían en cualquier caso, son muchos los italianos que desaprueban esta falta de claridad, que sea intencionada o no. A nadie le gusta que le tomen el pelo.

Con información de Agencia Sputnik

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Last modified: enero 28, 2023

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